El cantante siempre duda de su voz

sábado, 25 de junio de 2011
Ayer fue mi cuarto "concierto", vamos la cuarta vez que tocaba un puñado de canciones para un número reducido de personas. Aprovechando el consumo de unas botellas de vino ganadas en un concurso de tapas cayeron unas pocas canciones, un número mucho menor que otras veces, por un lado porque el horario no lo permitía y por otro porque hay que tener cuidado de no aburrir a la gente que no conoce lo que uno hace y cómo lo hace.

Siempre que toco delante de alguien empezar me cuesta mucho, me da mucha vergüenza, y las dos primeras canciones suelen ser bastante duras porque la voz tiembla y uno no acaba de meterse en la interpretación.
Desde hace un par de días no noto bien la garganta y pensé que iba a fallar para poder afinar y hacer bien las melodías, sin embargo una vez metido en el asunto no noté nada, cosa que no quiere decir que no ocurriera, sólo que no lo noté.

Me gustó como quedó "Mar de fondo", que es bastante curioso que una canción cantada a dúo y que nunca se ensaya como tal salga bien casi todas las veces. Me gustó "Olvidar...", es la primera canción completa que hice, muy sencilla, pero me encanta, creo que es mi favorita de la mías. Tenía dudas con "Clara" porque últimamente no me estaba quedando muy bien y además siempre me equivocaba en la letra, pero ayer me gustó como quedó, creo que sóno bastante bien.
Disfrute mucho cantando "Cosas que no hay que contar" de Nacho Vegas, trastabillé un par de veces al poner los acordes e incluso hubo una parte en la que me salté uno y tuve que meter la melodía intentando manterner el acorde, fue la canción en la que más me equivoqué, pero fue la que más disfruté. Me encanta esa canción, y cantar esa melodía, sobretodo las partes donde dice "mi voz es un tartamudeo que ni yo consigo entender" y "condujimos horas en silencio todo el camino hasta Madrid" es algo que llega a emocionarme.
Como siempre cerré con "Algo me aleja de ti" y aunque creo que no quedó tan bien como en otras ocasiones estuvo bastante cerca, sobretodo teniendo en cuenta que desde hace algún tiempo le había perdido el feeling al tocarla y me costaba que sonara como tenía que sonar.


He de reconocer que me gusta tocar para la gente, bueno para gente conocida, aunque también me parece un acto un poco egocéntrico y siempre dudo de que mis capacidades alcancen un nivel mínimo para poder hacer eso que hago. Al acabar queda como una sensación de vacío, como de cosa hecha, y queda la duda de si uno ha hecho algo decente, de si a la gente le habrá gustado o por lo menos no les habrá desagradado.

Al final, sea como sea, uno tiene que dar las gracias a quien le ha escuchado, por el tiempo gastado y por la atención prestada. Sólo son canciones, pero a veces grandes trozos de vida quedan atrapados en ellas para siempre.

Esta noche de San Juan

viernes, 24 de junio de 2011
Afuera aún arden las hogeras, en las playas, en las plazas, en algunos descampados... la gente se arremolina alrededor bebiendo, hablando, bailando algunos, llevándose consigo el aroma del humo.

Cuántas personas volarán sobre el fuego esta noche con la esperanza de alejar la mala suerte, cuántas quemarán en las llamas sus papeles con deseos escritos; cuántas saltarán sólo por tradición, por divertimento o porque simplemente les da la gana...

El verano ha comenzado, ya lo había hecho hace un par de días, pero ahora está de verdad inaugurado. Hacía frío esta noche, creo que el verano ha teminado.
¿Qué es lo que hace que un hombre se levante cada mañana, que camine un día más? La respuesta es sencilla: La esperanza. La esperanza de que en los días que vengan las cosas sean distintas, que haya algo que te pueda emocionar otra vez como la primera vez.

Las aglomeraciones de gente siempre me llevan a la cara contraria de la alegría, siempre acabo mirando a la masa pensando en qué es lo que les motiva, que es lo que sostiene sus vidas y cuál será la dirección de sus palabras y cuál el sentido de sus pensamientos.
Podría recordar noches de San Juan pasadas, algunas que realmente llegaron a rozar la magia, pero hoy no lo haré, no porque aquellos recuerdos no se merezcan todo el respeto y la veneración que yo pudiera darles, se lo merecen todo; hoy voy a quedarme con el frío de esta noche gallega y con el aroma del humo pegado en mi piel, así, sin mirar fotografías en mi mente porque todo lo de atrás se está poniendo en blanco y negro y todo lo de ahora me da miedo que se ponga definitivamente de algún color que acabe por inundarme los ojos y mancharme los dedos de las manos.

Mañana será otro día y yo aún acertaré a salir de la cama, cantaré canciones tristes como si fuera la última vez y quizá hasta piense de una forma distinta a la de esta noche de San Juan.

Cartografiando el continente

lunes, 20 de junio de 2011
Faltan unas cuantas horas para que empiece el verano.

Hace algunas semanas hablaba de las fluctuaciones en el estado de ánimo que uno podía sufrir por cambios diminutos en el entorno, por pequeñas vibraciones en el aire.
También yo elucubraba, en algún lugar, sobre invadir Polonia, sobre no atacar Rusia en el invierno, acerca de dibujar mapas ,de estudiarlos con mucho detenimiento y depués lanzarme con determinación, no a la carrera, pero sí son fuerza e intensidad. Pensaba sobre gritarme a mí mismo "Adelante Bonaparte".
Todo ello necesita tiempo y paciencia. Yo he tenido muchísima paciencia para ciertas cosas, me daban igual las semanas, los meses e incluso los años, tenía la determinación de que esperar pacientemente para conquistar el continente era la estrategia perfecta para mí. Nunca lo fue, quizá no fue cuestión del tiempo sino de las armas, pero el tiempo como poco no le hizo ningún bien a mis armas, se oxidaron, perdieron toda la belleza que alguna vez pudieran tener.

Es curioso escuchar en los tiempos en los que estamos a gente casi siempre proclive a los ataques relámpago que no hay prisa, que hay que acumular efectivos y atacar en el momento adecuado, que no tengo motivos para la impaciencia...

...pero yo me impaciento, ya no tengo toda la vida, quiero cosas y las quiero ahora, aquí, ya.
Ahora me doy cuenta de una cosa: de que tengo prisa. Eso sin duda condicionará mis planes, ¿cómo? Pues haciendo que mis planes ahora tengan un cambio radical, ahora consistirán en esperar, pero con la incómoda sensación de que el tiempo se escapa. Vamos, que será esperar como siempre pero ahora con impaciencia.

Para el comienzo de verano faltan unas horas, y el final llegará casi sin darnos cuenta ¿y en medio? La espera.

Océanos de tiempo

viernes, 10 de junio de 2011
Hace un par de días mientras esperaba a que una profesora me pudiera atender en un colegio había dos niños y una niña, de unos 7 u 8 años, que estaban castigados sin poder salir al patio. Uno de ellos le preguntó al otro (que iba vestido completamente con la equipación de la selección española de futbol) iniciando la siguiente conversación:

Niño 1 - ¿Sabes qué coche me voy a comprar cuando sea mayor?
Niño 2 - No
Niño 1 - Un Ferrari ¿Y tú?
Niño 2 - Yo ninguno, voy a tener una moto

Aquí el Niño 2 empezó a mencionar marcas y modelos de coches que estaban bien, coches de BMW y cosas así. Y ahí intervino la niña.

Niña -Pues yo me compraría el coche de Justin Bieber ¿lo habeis visto en internet?

Me resultó curiosa la concepción del tiempo que uno tiene cuando es pequeño. Los niños hablaban como si se fueran a comprar el coche mañana, como si para poder conducir (y ya no digamos que se puedan comprar) un coche no faltaran unos diez años, como si para entonces los coches que le gustan siguieran existiendo, como si para entonces Justin Bieber no fuera a ser una de esas jóvenes estrellas decadentes que nunca llegan a nada de verdad porque hacen mierda.

Hablaban como si el tiempo no corriera y no se llevara todo con él, como si todo no fuera absorbido por la estela del tiempo y se disolviera hasta desaparecer.

Seguro que hubo un tiempo en que nosotros pensábamos en cosas que haríamos o que tendríamos cuando fuéramos mayores, de aquella cuando nadie sabía que alguién había creado algo a lo que llamaban internet, cuando había sólo dos canales de televisión, cuando para hablar por teléfono había que bajar a la calle y meterse en una cabina como las que usaba Superman para cambiarse de ropa...
Yo hubo alguna vez en la que pensé a qué estaría jugando o qué estaría haciendo la niña con la que me casaría cuando fuera mayor. Rara vez uno es capaz de valorar con certeza lo que habrá o no habrá en el futuro, pero lo peor es que rara vez somos de verdad capaces de valorar el sentido, la velocidad y la importancia del tiempo. Cuando éramos niños seguramente nada de eso importaba porque ni lo entendíamos ni lo percibíamos, ahora seguramente seguimos sin entenderlo del todo, pero sí lo notamos. Notamos ríos de tiempo atravesando nuestro cuerpo y corriendo por nuestras venas.

Decía el Drácula de Bram Stoker a Mina que "He cruzado océanos de tiempo para encontrarte", no creo que nosotros tengamos el tiempo para llegar a una época que nos permita decir algo parecido, pero quizá alguno de aquellos niños sí pueda hacerlo para decir algo como: "He seguido las huellas sobre las arenas de todos los desiertos y he cruzado océanos de tiempo para... conseguir el coche de Justin Bieber"

La bendición

miércoles, 8 de junio de 2011
Cada vez que me despido de mi abuela y me voy en el coche veo por el retrovisor cómo ella imparte una especie de bendición con la mano y como reza algo. Es un asunto que me desconcierta mucho y que me incomoda bastante.
Me dice que al llegar a Santiago la llamé para saber que he llegado bien (también a mi madre tengo que enviarle una perdida). Es algo que me parece muy irónico, contando que todos los días cojo el coche y hay días como hoy en los que hago unos 300 km, voy por carreteras mucho más peligrosas y por ciudades con bastante tráfico. Bien pensado es una tontería, pero vamos, por otro lado tiene un componente tierno, y tiene el detalle de que realmente no cuesta nada dejar a alguien tranquilo, más allá de que sea algo con sentido o no, al final es una cosa bastante banal.

Mi abuela también tiene la costumbre de decir cuando te vas en coche "Que Dios vaya contigo" y yo siempre he pensado que no quiero que ese señor venga conmigo en el coche, estoy harto de las rarezas de los señores mayores y llevar a Dios de pasajero no me parece una buena opción; de hecho me gusta bastante viajar solo, escuchando mi radio y/o mi música. Me gusta también si viajo con ciertas personas que te hablan de cosas o te comentan aspectos del camino. Recuerdo viajes con gente, los viajes en un choche son un buen punto para fijar recuerdos, para guardar detalles bonitos con gente, para guardar a la gente.

Me gusta la velocidad, cada vez más, la sensación de velocidad te hace sentir que te mueves, que áun no estás quieto del todo. A veces me gustaría poder ir más y más rápido, hasta la velocidad de la luz y ver diluirse todo alrededor, sintiendo simplemente el movimiento, convirtiéndose uno es un simple rayo de energía yendo al infinito. Eso sí, al infinito a la velocidad de la luz pero con una bendición. Siempre está bien que alguien te despida al marchar agitando la mano y te desee un buen viaje.

Churros de chocolate

viernes, 3 de junio de 2011
Todos los años por las fiestas de la Ascensión en algún momento me paso por la alameda a comprar churros de chocolate, son mis favoritos aunque son tremendamente empalagosos.

Hoy eran sobre las diez y me he dado cuenta de que no tenía nada para cenar así que me fui a cumplir con la tradición y a comprar churros con chocolate. La noche estaba fresca, hacía algo de viento, parejas mayores miraban la actuación de la orquesta en la alameda, algunas bailaban de la típica forma que bailan las parejas mayores; la churrera me puso mi docena y varios trozos más que había por allí, eso sí me hizo notar que esos trozos no me los cobraba. Después fui por alguno de los paseos de la alameda, curiosamente tranquilos e incluso vacíos para ser fiesta, el viento movía las hojas de los árboles, el aire olía a melancolía de verano. Pasé por el campus sur al lado del concierto de Chenoa, no había mucha afluencia, hasta había poca gente haciendo botellón.

Y así con mis churros de chocolate volví a casa, con gente yendo a la fiesta, con gente yendo a algún botellón con bolsas de supermercado, con el viento recorriendo las calles y los parques y creando un extraño ambiente melancólico.

Así volví a casa, con mis churros de chocolate.

Mirando el botón de encendido de la maquinaria

jueves, 2 de junio de 2011
Si soy sincero debería reconocer que hoy me apetece ponerme dramático, con algún pequeño esfuerzo incluso podría encontrar enormes motivos. Pero no, ha sido una noche bastante buena, he visto a gente con miradas felices, he estado presente mientras gigantescos andamios de palillos se elevaban en torno a mi vida para darle una mano de pintura (el viento los derribara sin problema cualquier día de estos supongo), estuve allí mientras se trazaban planes para invadir Polonia que nunca se llevarán a cabo, moví el pie al ritmo de la música dance (o lo que fuera); me sorprendió un inesperado y bien recibido beso en la mejilla de despedida y una agradable conversación volviendo hacia casa.

Podría quejarme de lo que mis elucubraciones parecen indicarme, de las perturbaciones que siento en la fuerza... pero sería una tontería hacer eso en una noche como esta, vamos a dejar de quejarnos por un rato. Hoy todo está bien así; todos los que tenemos que estar cada uno al cobijo de su tejado y de las sábanas cálidas. Quizá mañana sea otro día.

Además el señor Leonard Cohen ha sido galardonado con el premio Principe de Asturias de las letras, un premio merecido para alguien que es poeta, escritor y músico, que lleva más de 40 años contando cuidadas historias con su voz, que deja tras de sí canciones que quedarán para siempre.
Muy bien señor Cohen, y muy bien niñas, no ha sido un mal día, muy bien, empezad a cantar.
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