Llamadas de emergencia

viernes, 6 de mayo de 2011
A veces uno ante ciertas situaciones o ante colapsos de la propia persona se ve en la necesidad de realizar una llamada de emergencia. Esas llamadas se hacen a alguien que uno sabe que le va a dar tranquilidad, que escuchar esa voz va a ayudar a que las cosas se pongan un poco mejor.

La cuestión de las llamadas de emergencia es a quien va uno a llamar, porque tiene que hacerlo a alguien a quien se esté dispuesto a contarle ciertas cosas, más importante aún, a alguien que esté dispuesto a escuchar ciertas cosas, a empatizar con uno, a prestar su voz para intentar que en la superficie del mar haya menos olas.

Hace unas semanas tuve que realizar una llamada de emergencia. Mi lista de posibles llamadas entonces la veía muy clara, con tres nombres ordenados, cuatro a lo sumo en situación de máxima necesidad.

Supongo que entonces estaba yo aún un poco metido en el invierno, un poco adormilado en mi esfera llena de niebla, y para mí aquella lista tenía todo el sentido, con su orden de preferencia, con su correspondiente cara al otro lado del número.
Ahora estoy en primavera y creo que aquella lista no tiene sentido. Si la hora de realizar la llamada de emergencia fuera esta en vez de aquella con casi toda seguridad no habría llamada. ¿Me contestarían? Casi seguro que sí ¿Les contaría las cosas? Se me haría difícil ¿Querrían escuchar? Con casi toda seguridad no.

Curiosas las listas de llamadas de emergencia. Son listas que uno tiene en la cabeza, en las cuales los que están seguramente no lo saben y al final sólo es algo que uno cree tener para recurrir en una situación de necesidad, pero lo cierto es que uno siempre está con uno mismo y los demás están al otro lado del teléfono.

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