No he hecho muchos viajes en avión yo, en realidad ni he sido mucho de viajar. Hay gente que se desvive por viajar; yo durante muchos años no sentí ninguna inclinación a hacerlo. Hoy en día la idea de viajar me atrae mucho más, incluso una vez metido en ello no siento especial nostalgia por volver, como si no hubiera nada a que regresar.
Alguna vez ya comenté que los aviones me parecen unos instrumentos del diablo, incómodos, ruidosos, fráfiles, inseguros... no me gustan nada los aviones, pero me encanta volar, me encanta mirar las cosas desde lo alto y conservar en la memoria esas inmensas imagenes panorámicas.
La costa británica recortada contra en mar, casi como si fuera un mapa, llegando por primera vez a Londres; la inmensa playa de Bournemouth y el puerto de Christchurch cerca de Southampton regresando de Londres en un mes de Octubre; las luces de la península dibujando calles y barrios en los pueblos y grandes ciudades cruzando de Santiago hasta Barcelona para llegar sobrevolando la ciudad condal y girar sobre el mar para verla dibujada con sus luces naranja; ascender desde el sur de Tenerife, ver un anillo de nubes alrededor del Teide a más de mil metros de altura y por encima alzarse la montaña coloreada por el sol de la mañana; pasar sobre Santa Cruz y verlo todo como en un mapa, las calles, los parques, el puerto; ir sobre el mar y ver los grandes cargeros pequeñitos desde la altura, dejando una larga estela detrás, rodeados sólo de agua; surcar mares de nubes, rozándolas, pensando que uno podría alargar la mano y tocarlas, así gustositas, teñidas de ocaso cuando el sol se pone a miles de metros de altura; cruzar Londres de este a oeste camino de Heathrow, haciendo un tour por los emblemas de la ciudad, el puente de la torre, el ojo, el parlamento, el Hyde Park y los Kensington Garden, los barrios, el Tamesis, Londres; ver la costa y Coruñe entre nubes de vuelta a casa, las nubes que aquí son tan habituales y hacen que parezca que el cielo es de cemento.
Siempre me ha gustado ver las cosas desde las alturas. Me gustaría poder volar e irme sobrevolando tierras y mares, ciudades y gente, caminando sobre el mar de nubes.
Isabella por favor, entiéndeme, las noches como la de ayer pueden durar en mí toda una vida. Isabella por favor, déjame caer como el agua que empapa tu cabeza*
*De la letra de "Naoko" de McEnroe
Alguna vez ya comenté que los aviones me parecen unos instrumentos del diablo, incómodos, ruidosos, fráfiles, inseguros... no me gustan nada los aviones, pero me encanta volar, me encanta mirar las cosas desde lo alto y conservar en la memoria esas inmensas imagenes panorámicas.
La costa británica recortada contra en mar, casi como si fuera un mapa, llegando por primera vez a Londres; la inmensa playa de Bournemouth y el puerto de Christchurch cerca de Southampton regresando de Londres en un mes de Octubre; las luces de la península dibujando calles y barrios en los pueblos y grandes ciudades cruzando de Santiago hasta Barcelona para llegar sobrevolando la ciudad condal y girar sobre el mar para verla dibujada con sus luces naranja; ascender desde el sur de Tenerife, ver un anillo de nubes alrededor del Teide a más de mil metros de altura y por encima alzarse la montaña coloreada por el sol de la mañana; pasar sobre Santa Cruz y verlo todo como en un mapa, las calles, los parques, el puerto; ir sobre el mar y ver los grandes cargeros pequeñitos desde la altura, dejando una larga estela detrás, rodeados sólo de agua; surcar mares de nubes, rozándolas, pensando que uno podría alargar la mano y tocarlas, así gustositas, teñidas de ocaso cuando el sol se pone a miles de metros de altura; cruzar Londres de este a oeste camino de Heathrow, haciendo un tour por los emblemas de la ciudad, el puente de la torre, el ojo, el parlamento, el Hyde Park y los Kensington Garden, los barrios, el Tamesis, Londres; ver la costa y Coruñe entre nubes de vuelta a casa, las nubes que aquí son tan habituales y hacen que parezca que el cielo es de cemento.
Siempre me ha gustado ver las cosas desde las alturas. Me gustaría poder volar e irme sobrevolando tierras y mares, ciudades y gente, caminando sobre el mar de nubes.
Isabella por favor, entiéndeme, las noches como la de ayer pueden durar en mí toda una vida. Isabella por favor, déjame caer como el agua que empapa tu cabeza*
*De la letra de "Naoko" de McEnroe
4 comentarios:
O desexo de voar é inherente ao ser humano, faime lembrar aqueles toscos aparellos de Da Vinci... :)
Supoño que a inherencia dese desexo débese a que é unha das cousas que nos resulta imposible de facer por nos mesmos. Podemos correr, nadar, mergullarnos, pero voar imposible, polo menos sen aparellos.
Qué bonito. Es de las pocas veces que no me cuesta nada imaginarte haciendo lo que escribes: sentado en el avión mirando por la ventanilla.
Es lo que suelo hacer, siempre ventanilla, más apretado y más incómodo que el pasillo, pero no se puede desaprovechar el mirar desde el cielo.
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