Mirarás a los ojos del abismo y verás balancearse el vacío de tus días en sus pupilas, te verás vestido con ropa elegante y sonriendo educadamente, descascarillándose el esmalte de tu piel mientras giras la cabeza lentamente para mirar el reflejo de tu cara en un cristal. Ese eres tú, roto por fuera y vacío por dentro.
Llorarás lágrimas que nadie verá y escarbarás con tus propias manos la tierra a la que querrás volver. Intentarás buscar la absolución usando palabras, haciendo canciones, con gestos... buscarás la absolución pero no la encontrarás. Sentado en un banco de madera te sorprenderá el paso de los años, verás en el dorso de tus manos que eres cuarenta años más viejo, no sabrás cómo ha ocurrido, no sabrás por qué, sólo sabrás que has estado contando trocitos de galleta de coco.
Llorarás lágrimas que nadie verá y escarbarás con tus propias manos la tierra a la que querrás volver. Intentarás buscar la absolución usando palabras, haciendo canciones, con gestos... buscarás la absolución pero no la encontrarás. Sentado en un banco de madera te sorprenderá el paso de los años, verás en el dorso de tus manos que eres cuarenta años más viejo, no sabrás cómo ha ocurrido, no sabrás por qué, sólo sabrás que has estado contando trocitos de galleta de coco.
Te gustaría plantar árboles que dieran sombra y construir debajo una mesa y un banco de piedra, te gustaría ir a río a pescar, a veces... Los engranajes se mueven, las costuras se tensan, el columpio sobre el que surfeas oscila a la velocidad de la luz. Aprietas en una mano el corazón sangrante y aún caliente que acabas de arrancar, en la otra sotienes el cuchillo que todavía gotea. Te pones en marcha convencido de que has hecho lo que tenías que hacer, es a lo que ellos te han empujado... se oyen campanas tenues al fondo, como en otro mundo, que van creciendo, y creciendo, y creciendo...
Te despiertas con la boca pastosa y la garganta irritada, apagas el despertador, te incorporas y te pones las pantuflas. Caminas hacia el baño para echar una meada matutina si te lo permite esa dureza no pedida, en el camino a la taza del váter pasas por delante del espejo y ves el reflejo de tu cara, hay algo extraño. Ese eres tú, desarreglado por fuera e irritado por dentro. Mirás a tus ojos y ves el abismo, ves balancearse el vacío de tus días en sus pupilas, te ves vestido con ropa elegante y sonriendo educadamente, se descascarilla el esmalte de tu piel y giras la cabeza lentamente para mirar el reflefo de tu cara en un crista. Ese eres tú, roto por fuera y vacío por dentro.
Lloras lágrimas que nadie ve y escarbas con tu propias manos en las baldosas bajo las que que querrías ocultarte. Intentas buscar la absolución... ese eres tú, buscando la absolución.